jueves, 30 de junio de 2011

Y es así como el deseo se evapora en la yema de mis dedos...

Se evapora y se escapa.
Se va, pero tú continúas...
¿Ya sabes?
A veces le odio,
a veces lo añoro.
A veces pienso que no somos nada.
Nada y todo, todo y nada.
Y es así como el deseo
se evapora en la yema de mis dedos...
añorando la nada
y aborreciendo el todo.
¡El todo!
Sólo tu piel que me calcina.
Pero si él se marcha,
¿te calcinará la mía?


miércoles, 29 de junio de 2011

¿Hasta dónde?

¿Qué es lo que harías?
¿Qué estarías dispuesta a hacer por él?
¿Dejarías que te hiciera
despertar de un sueño muerto,
que te cambiara
la imagen de tu cara,
que hiciera temblar
hasta la última célula de tu cuerpo?
Dime,
¿le permites
destruirte...?
¿Cuántas veces?
¿Tres al año,
una al mes?
-Depende.
¿De qué?
-Si lo sabe...
¿Cómo podría él saberlo?
Es la primera vez
que se digna a aparecer.
¿Vale la pena?
-Depende.
¿De qué?
-Del tiempo.
¡¿Tiempo?!
-Sí, el tiempo...
Sólo estás navegando en él.
Debes recordar que es un finito océano.
¿Y si me quedo?
-Si te quedas... ¿qué?
¡Exacto!
Me despertaría,
la cara me cambiaría,
¡temblaría...!
Hasta la última célula de mi cuerpo.
-¿Sería malo eso...?
Te contesto;
sólo dime hasta qué punto es bueno el amor.

lunes, 20 de junio de 2011

Poema 15.





Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



Pablo Neruda.

Me quedo.


("Héroes", de Gino Rubert.)

En días como estos
añoro los tiempos
en que no podía hallarme.
Te besé,
me besaste,
me lamiste el cuerpo
con felonía,
las piernas me arrancaste.
Me arrancaste las piernas
y te las pegaste en la cabeza
para que no escapase...
¡Irme! ¿A dónde podría?
Me dejaste sin pies con tu mentira
y sentía que la desconfianza
me succionaba...
hacia abajo cual arena movediza.
¡En la cara!
Fue en la cara que me diste
con el trasero liposuccionado de la ironía.
Y aún no pretendo irme.
No me voy
porque ya pusiste sello y firma:
¡bien hecho!
Has dicho que tienes miedo,
miedo de perderme.
¿Y por qué no dejo de quererte?
Como todo en mi vida;
¡por el ser masoquista
que llevo dentro de mí!
No engañes al amor de frente,
porque el amor acepta realidades...
¡estoy sin armas! ¡Ya lo sabes!
Alzo los brazos porque
no creo que exista
aquel universo todavía,
donde pueda olvidarte.

"Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos veces, la culpa es mía" -Anaxímenes.