lunes, 26 de agosto de 2013

Promesa

Haberte dicho en medio de fósforos y lágrimas
que siempre iba a acordarme de vos
fue lanzar ante el humo del cigarro
esa "sentencia de amor condenatoria".
No era tan sencillo como botar mi camisa al suelo
en medio del frenesí
-o la calma, los martes-
y dejar que se llenase de los pelos de tu perro.
No era tan sencillo como mentirle a mi madre
acerca de mis actividades diarias.
No era tan sencillo como romper la promesa
de no volver a buscarte.
Pero no volví,
no volví,
no he vuelto.
Ni siquiera he vuelto en mí,
todavía salto entre tus cabellos largos,
los que siempre idealicé.
Todavía me veo acariciándote el pecho paradisíaco,
para que se calmara la rinitis
y dejaras de estar agitado.
Todavía me imagino besando
tus mejillas agrietadas,
soplándote para correr el sudor de tus sienes,
queriéndote decir con gritos ahogados que te amaba.
Pero un día me prometí que no se ama en poco tiempo
y que el amor es cuestión de naturaleza,
no de conexiones mágicas absurdas.
Y como adiós solo me lanzaste un beso,
que se quedó flotando en los primeros tres centímetros
que respiro
y que al suspirar siempre saboreo,
y que por él no me puedo acordar de las últimas palabras que me dijiste.
Y por no acordarme y romper la sentencia,
nació la promesa de no buscarte de nuevo.



Hoy es siempre todavía, por y para vos, S.C.B.