jueves, 7 de mayo de 2015

Viento

"Yo no le debo besos, 
pero quise deberle este poema"
-Luis García Montero. 

Un día importante en mi vida
abrí una ventana.
El viento entró con tal ahínco
que mi cuerpo no tuvo salida.
Envolvió cada fibra
con sus ráfagas,
solo nadaba
flotaba
sucumbía
entre la oleada que cubría mis pechos
mi cintura
mi sexo.
El viento no se iba.
Comenzó a calar mi piel
erizando mis vellos,
y se metió en mi mente
para hacerme olvidar ciertas cosas.
El viento creó
una bruma que cubrió
mis ojos: todo lo distorsionó.
Al palpar al viento
no podía tocar más
el carácter verosímil de mis sueños,
solo conseguía asir la suavidad
de sus brazos que me estrechaban,
la calidez de su abdomen,
la luminosidad de su sonrisa.
El viento no es discreto:
ni con sentimientos
ni con negligencia.
El viento te empuja
y te hace tambalear
cuando no se ocupa
de ondear
tu falda ni enredar tu cabello.
No es discreto
cuando su tentáculo penetra
en lo profundo de tu pecho.
Y siento que me arde el corazón.
Para aplacar el escozor
necesito que se marche,
que el aire para respirar se apague...
sumergirme en agua
o en formol.
Cerrar la ventana
sin que sean mis manos las que pongan el seguro.
Desintegrarme...
arde el todo,
no las partes.
¿Por qué no podré ser tan volátil
como él?