("Versión completa", fotografía de Camilo Londoño H.).
La impotencia se apoderaba de mí cuando no sabía qué hacer con toda esa bilis negra que tenía en el cuerpo, esa que se llama melancolía. Porque no hay cosa más inútil para los aguafiestas del productivismo que un intento de poeta, y cuando uno no puede hacer nada por cambiar su mundo, escribe todo lo que le duele... uno no puede más que escribir, para que la bilis no llegue a la lengua y así no lucir como un verdadero idiota al hablar mucho.
Pero si no escribía, solamente me ardían las manos e iba por la vida como una piedra que se patea en el paseo de un día soleado en Leeds, como diría Caroline Bird en alguno de sus poemas. Mas la vida misma se encargó de darme una herramienta para que dejara de molestar tanto con mis quejidos a las personas de mi alrededor.
Y empecé a hacer algo que mi hermana se encargó de decir lo que era con más elocuencia que yo: ver la vida en planos.
Encontré que puede ser más poderoso mostrar cuando no puedo escribir. Porque hay cosas que me cuesta describir, sobre todo cuando lo que más me gusta usar es la poesía pues se termina antes de que me dé tiempo de aburrirme. Y aunque no me cueste tanto transmitir sentimientos con mis palabras, me siento extrañamente satisfecha cuando alguien puede sentir lo que yo siento al ver, por ejemplo, las ramas de un árbol en Nadir al Cenit, el vector gráfico de la canalización del río Medellín desde la estación Industriales del Metro hacia el sur, o los barridos que fácil se logran en un partido de fútbol.
Sin embargo, yo me sigo quejando, y aún más, sigo escribiendo. Mas ahora tengo otra vía de escape, de protesta, de existencia... otra forma de entender mi realidad. Sería maravilloso que las personas tuvieran que experimentar un acercamiento directo con la construcción de fotografías alguna vez. Pero no tengan qué, quiéranlo.
:D