viernes, 30 de diciembre de 2011

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Porque deseo que el perfil de mi rostro vuelva a reposar sobre tu hombro, y no sobre aquel libro que agarro todas las noches intentando leer hasta llegar la madrugada...

lunes, 12 de diciembre de 2011

Ahí estás.

Y entonces es como el año anterior.
Ahí estás.
Esperándome en la concha acústica de la Universidad.
Eres feliz con solo verme comer
y luego querrás leer
todas las cartas que hiciste para mí...
y cantarme una canción y que yo te diga que sí.
Ahí estás.
Dándome esas atenciones que nadie ahora me da.
Mal acostumbrada me dejaste,
¿sabes?
Debo admitir que la mejor sorpresa de mi vida me regalaste:
"Andrés en portería",
me dijo el vijía
aquella noche de septiembre.
¿O fue octubre?
No lo recuerdo,
estuviste conmigo poco tiempo
y ni huella dejaste.
Esa noche bajé a verte
con temor a que llegaran mis padres,
y te vieran...
¿Qué hacías en mi casa?
¿Por qué me visitaste?
Nunca entendí por qué me querías
cuando de antemano te dije que aún no podía olvidarle.
"¿Cómo puedes querer a alguien que no te quiere?",
me contestaste.
Así, como tú quisiste a alguien
que mientras estaba contigo
escribía para otra persona...
otro alguien que de seguro en ese momento estaría haciendo otra cosa.
Sí, justo así.
Así y ahora cuando yo quiero a alguien
cuyas letras deberían ser mías,
pero no lo son...
así como cuando no te pertenecieron las mías,
y como ahora que te dedico algunas,
siendo franca,
me siento pagando una deuda.
Pero ahora ahí estás.
En mí.
Te recuerdo porque te llego a sentir,
porque te siento ahora,
porque aunque sé que ya te hace feliz otra persona
y también soy feliz por eso,
no puedo abandonar el gusto que sentía por tus deseos;
de quererme, de consentirme, de no dejarme sola.
Extraño ese llavero,
las cartas,
las estrellas de origami...
hasta ese beso en que se te puso la boca morada
por haberte mordido tan duro.
¿Qué te digo?,
traté de callar en todas nuestras despedidas.
Y ahora ahí estás, ojos bonitos,
desde la fotografía que tienes con tu novia, saludándome.
Ay, ojos bonitos, ¡si hubiera aprendido a amarte...!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Habla

A veces olvido que ya me he acomodado a las circunstancias.
A veces me parece, cuando hablas,
que vas a decirme algo importante.
Y entonces mi alma
se siente desesperada,
ansiosa como un niño pequeño
cuya pelota se ha atorado en un tejado,
y él la mira fijamente
mientras ella rueda, y por igual,
amenaza con quedarse o con bajar.
Así te observo yo cuando modulas,
aunque resulte que lo único que se escapa
de tus labios es un "bueno"...
pero al menos,
tengo el privilegio de verlos modular.

Habla.

No tienes que decirme cosas bellas,
no quiero "te quieros"
salidos de contexto,
sólo quiero oír qué te sucedió en el súpermercado la semana pasada...
qué se siente no tener dinero,
qué piensas de la universidad.
Quisiera ser tu almohada,
esa que exprimes mientras tus lágrimas
de frustración caen;
la exprimes, sí,
pero con justa causa:
la ahogas porque tienes rabia,
le gritas porque en cierto sentido te ata...
pues es lo único que en este mundo te calma.

Calma.
Quiero ser tu calma.
Quiero calmarte tanto que no temas hablar.

Habla.

Dime que estás cansado,
que te sientes adulto antes de tiempo,
dime que no quieres más llamadas,
que te faltan los temas interesantes.
Que ya no quieres una novia
que te acompañe a toda hora,
que te exija hablar de intelectualismos
cuando ya no le apetezca besarte más.
Dime que quieres a alguien que te haga reír más seguido,
que haga que tus problemas se esfumen,
alguien con quien estar cuando tú lo decidas.

Puedes decirme que le amas todavía.
Que yo no fui capaz.
Pero habla.

Habla y no te preocupes por mis gafas empañadas.
No es el llanto.
Es una lluviecilla que sobre mí cae,
producto de mi historia,
mis dramas,
de lo que quisiera ser...
pero aunque todo aquello me frenase alguna vez,
puedo acelerar al escucharte.
Puedo liberarte
aunque yo misma no pueda aflojar mi propia soga.
Puedo ser muy amistosa...
solamente si no callas.

Por favor,
habla.